4 de mayo de 2010
Como dice el refrán, cada loco con su tema. Y yo al mío, aquí sigo, erre que erre, a ver qué saco en claro de algo en lo que me he empecinado. Por si no sabes de qué hablo, aquí está la entrada donde conté un poco el tema de la discriminación que hay en ciertos bares de Zaragoza a la hora de cobrar la entrada, según seas hombre o mujer.
Hace poco estuve de viaje por Barcelona, y cómo no, tuve que matar la curiosidad por saber si allí pasaba lo mismo que aquí, y la respuesta es la que me esperaba: en Barcelona hombres y mujeres pagan lo mismo por entrar en bares y discotecas. Esto me lleva a la lamentable conclusión de que Zaragoza, pese a sus aspiraciones de ser una gran ciudad, sigue siendo un compadreo urbanita, en gran parte gracias a costumbres (por llamarlo de alguna forma) como esta.
Volviendo al tema que nos ocupa, y siguiendo con la anterior entrada, durante este tiempo he consultado por el asunto a las instituciones a las que me remitió el Gobierno: Ayuntamiento y DGA. Y como ya vaticiné en su día, las respuestas han sido para reír por no llorar. Desde luego, un cero para cada uno. Pero antes de pasar a las críticas voy a citar las dos respuestas.
En el caso del Ayuntamiento me contestaron lo siguiente:
En primer lugar, queremos agradecerle su colaboración por utilizar este servicio como instrumento para hacernos llegar sus planteamientos y sus inquietudes.
Y en segundo lugar, informarle que no consideramos que el Ayuntamiento tenga competencia en este tema; no obstante, le remitimos los datos de contacto de la Oficina Municipal de Información al Consumidor, dónde le pueden orienta.
Desde luego tengo que destacar la diligencia en la respuesta: no consideramos que el Ayuntamiento tenga competencia en este tema. Pues bien, Señores del Ayuntamiento de Zaragoza, para cuando lean esto, sepan ustedes que es bochornoso que una institución pública, regida por reglamentos escritos, dé una respuesta con el verbo considerar conjugado de esa forma, que a mi juicio no expresa más que una subjetividad total, de lo que deduzco que pasan la patata caliente a otra institución por oscuros motivos que algún día sabré (bueno, no nos vamos a engañar, todos los sabemos pero queda mal decirlos).
Tirada por tierra la opción de que la competencia al respecto fuese del Ayuntamiento, sólo me quedaba por consultar al tercer mosquetero, el tercer miembro del oráculo: la DGA. Tras enviarles la consulta pertinente, remitida al departamento de Industria, Comercio y Turismo, que es quien tiene competencia sobre bares y discotecas, no sé muy bien qué interpretación dieron al tema, pero el caso es que redirigieron el escrito al Departamento de Política Territorial, Justicia e Interior, los cuales amablemente me contestaron diciendo que no tenían competencia (evidentemente), y que en todo caso eso afecta a un derecho fundamental y cabe intervención del Tribunal Constitucional (bueno, ahí se han pasado, tampoco hay que irse por los cerros de Úbeda).
Conclusión: el Ayuntamiento y la DGA pasan olímpicamente del tema, supongo que porque se piensan que aquí uno tiene ganas de perder el tiempo en chorradas. Lástima que realmente no sea ninguna tontería, y ahora es cuando puedo afirmar públicamente que la Administración Pública esta dando pie a que exista una grave discriminación de la que tienen conocimiento y que no trata de impedir.
Pero como decía Ramón y Cajal, no hay nada más persistente que un Aragonés con paciencia (bueno, no era así exactamente, pero era algo parecido). Así que ahora me planteo dos opciones a seguir:
- Remitir al Justicia de Aragón todas las respuestas que he obtenido, porque me parece vergonzoso que se tomen algo así por el pito del sereno.
- Volver a escribir al Gobierno Central para que tome cartas en el asunto, porque está visto que las autonomías mucho pedir competencias, pero luego hacen lo que les da la gana.
Y bueno, como nota tecnológica tengo que resaltar que parece que la comunicación electrónica con la Administración sí que funciona, al menos reciben y contestan correos. No todo iba a ser malo.
Lo dicho, seguiremos dando mal.
¡Un saludo!
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