Reflexiones de un retrovisor
Inseparable compañero del conductor, siempre ahí, dispuesto a devolver la realidad cuando se le dirige una mirada. Sufridor de los rodillos de los lavaderos y de las esquinas de los garajes. ¿Cuántas historias tiene para contar? Algunas no agradables, como cuando ve la cara que pone aquél al que te le acabas de cruzar de malas maneras. Otras, en cambio, de situaciones más divertidas para quien las ve, no tanto para quien las sufre, como aquella vez que te arrimaste demasiado al charco que había en el paso de cebra y duchaste a aquel peatón. Y muchas más que guarda para sí, porque mientras tú avanzas en tu camino, a él sólo le queda ver lo que vas dejando atrás. ¿Cuántos atardeceres habrá en su vítrea memoria? ¿Cuántas veces ha visto salir el sol en el horizonte? O ver alejarse esas nubes negras que amenazaban tormenta. En silencio, aguantando el empujón del viento que le embiste por su espalda, sigue contemplando pasar el mundo, siempre dispuesto para cuando vuelvas a posar tu mirada sobre él. Aquello que tú ves cuando vuelves. O tal vez sea lo que jamás verás. Qué importa.
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