¿Es el botellón un problema social o una consecuencia educativa?
Esta entrada la tengo en borrador desde hace casi un año, en su día no la publiqué porque la fui dejando, pero creo que el tema que traté lejos de solucionarse se agrava cada vez más, así que aquí os la dejo.
Hace tiempo que el problema del botellón vuela sobre nuestras cabezas. Una forma de divertirse para unos y un mal para otros, pero que del que nadie se atreve a analizar las verdaderas causas, y si alguien las ha analizado tampoco las dice…
Desde luego no cabe duda de que la causa de este fenómeno no es un único motivo, y yo me atrevería a definir varios:
- La falta de alternativas atractivas de ocio para jóvenes.
- Los elevados precios del sector hostelero.
- La falta de educación de las nuevas generaciones, y no me refiero a la educación de la escuela, sino a la que debería impartir la familia (toda la familia, no sólo los padres).
Y desde luego se podrían añadir muchas más… Ahora bien, al tema, ¿qué hace la administración para tratar de paliarlo? Pues básicamente excluir a los que realizan el botellón (es decir, a la mayoría de la juventud), catalogando sus actos como incívicos. Y sirva como muestra una de las mayores aberraciones que se suponen que deben solucionar el problema: los espacios que algunas ciudades han dedicado única y exclusivamente para realizar el botellón. Una buena forma de quitarse el problema de encima y que siga propagándose siguiendo el libre albedrío.
Y ahora la medida que más me gusta y que he visto hoy en las noticias: el Gobierno de la Comunidad de Madrid hace responsables a los padres y tendrán que pagar las multas correspondientes si sus hijos hacen botellón.
Desde luego a primera vista parece una iniciativa plausible, que si bien no soluciona directamente el problema, sí que pone alguno de los medios (o miedos) necesarios para llegar a una solución. ¿Entonces cuál es el problema de esta iniciativa? Pues que desde mi punto de vista está incompleta, es decir, no podemos obligar a todos los padres a pagar los daños que sus hijos causan por una costumbre a la que en menos o mayor medida hemos colaborado todos. Por esto yo pienso que antes debería haberse tomado en cuenta que no todos los que practican botellón lo hacen con el consentimiento de sus padres, y en base a esto haber propuesto otra alternativa: dar a los padres la posibilidad de elegir entre pagar la multa correspondiente, o que su hijo realice una serie de tareas o labores sociales que conduzcan a resarcir tal multa (por ejemplo se me ocurre limpiar cada mañana de domingo la suciedad de las zonas de botellón).
De esta forma, con medidas así, tal vez se conseguiría corregir la conducta de más de un adolescente que actúa por voluntad propia y que incluso puede que sea una persona conflictiva en su casa, y a la que los padres no pueden tratar por su propia forma de actuar.
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