Del dicho al hecho
Va un trecho, así dice el refrán, ¿no? Y parece que nuestros políticos o no saben el refrán, o tienen miedo de que recorramos ese trecho muy rápido. Observo estupefacto estos días las opiniones que nuestros gobernantes tienen sobre las redes sociales, una situación esperpéntica. Es como si de pronto se estuviera escribiendo el guión para una inquisición 2.0, una caza de brujas. Y es que nadie en su sano juicio alcanza a entender la persecución que se está haciendo a personas libres, a ciudadanos libres, que dicen cosas por las redes sociales, igual que otros muchos las dicen en la barra de un bar, y que muchos más las piensan pero no las dicen, es decir, que se expresan, o reescribiendo todo esto, la persecución que se está haciendo al expresión, y que por tanto deja de ser libre.
Y veo aún con más miedo como absolutamente ningún partido político tacha de infame todo este debate, yendo tan lejos que incluso respaldan regular la libertad de expresión en las redes, porque al final las redes sociales sólo son eso, un instrumento de expresión para las personas, para la gente reprimida. Uno de estos personajes llegó a decir que esto se hacía «para proteger a las redes de sus usuarios», una maravilla, pobrecitas redes, yo me paso todo el día dándole patadas al pájaro de Twitter, soy un gamberro.
Quizá sea porque la palabra es el arma más poderosa, y porque están viendo que todos sus chanchullos, del color que sean, corren como la pólvora y se extienden por todos los espectros sociales como nunca antes se había conocido, y eso es peligroso cuando hay mucha mierda que ocultar, ya se sabe que la información es poder, y si el pueblo tiene información, resulta que acaba teniendo poder, y eso puede resultar peligroso para ciertos intereses. Pero es que al final, cuando un cubo de basura se llena y nunca se vacía, acaba por salirse, es lo que tiene, es como cuando hay huelga de limpieza, que al final todo el mundo acaba viendo la basura de los demás por todas partes, porque ya no cabe donde hay que «recogerla», y si el vecino tira su basura sobre el montón de bolsas y se acaba esparciendo por la acera, descubres, gracias a las peladuras de patata, que ayer se puso fino de comer tubérculo.
Al final el hecho radica en algo más sutil que todo esto de perseguir a pobrecitos habladores: nos tienen que callar. Sí, de nuevo hablamos demasiado, esa generación perdida, esa generación que es la más preparada de la historia de este país, a la que se le impide expresarse, a la que se le impide llegar a gobernar, a la que se le impide realizarse como generación y como personas individuales que son, esa cuadrilla de jovenzuelos cuyas edades rondan los 30, resulta que tienen, tenemos, unos conocimientos brutales sobre una tecnología que a nuestros gobernantes les aterran, porque son tan incapaces que todavía no ha pasado por este país un Gobierno capaz de hacer que sus certificados de seguridad de sus páginas web, como la de Hacienda o la Policía, sean válidos y seguros. Curiosa semejanza, quizá los certificados realmente no pueden garantizar la seguridad y veracidad de unos sitios que pertenecen a un Gobierno que no es ni seguro ni veraz, o al menos no con sus ciudadanos.
Somos capaces de movilizarnos en minutos, somos capaces de distribuir la información en segundos, y de hacer correr los trapos sucios como la pólvora. Porque sí, estamos muy preparados, y tenemos una serie de valores que claramente se nos inculcaron por error, víctimas de una sociedad que vivía en el sueño dorado de una transición democrática, pero no hay nada peor que una buena persona que quiera hacer el mal, y nos estamos hartando. Y tampoco hacemos ningún mal diciendo lo que pensamos, lo que piensa todo el mundo, claro, sencillamente, por las redes. Las verdades, señores, duelen.
Y lo mismo que toda la vida en el pueblo uno ha deseado darle un testarrazo al vecino del huerto de al lado por las causas, inéquivocamente incívidas pero cívicamente respetables, que fuere, hoy eso lo maldecimos por esas redes que hemos creado y que sabemos dominar infinitamente mejor que ustedes. ¿Os imagináis la transición con la tecnología actual? ¿Os imagináis que aquellas personas, que luchaban por unos ideales, y tenían nuestra edad, y hoy nos están negando nuestra propia dignidad, hubiesen tenido lo que nosotros tenemos? Quizá ahora todo sería muy diferente, o quizá sea esta misma tecnología, y el control que da a los diferentes gobiernos la posibilidad de saber lo que tramamos con leer una pantalla, la que está ahogando a esta democracia.
Pero una cosa está clara: perseguir a alguien por sus palabras denota, por un lado, una falta total de principios, respeto y educación; y por otra parte, un miedo horrible a hacer el ridículo, a caerse del andamio construido con palillos en el que algunos están, y a perder lo que han conseguido a base de acciones carentes de principios, respeto y educación. Vaya, el círculo vicioso.
Porque al final de todo, la realidad es que nos estamos cansados, hartos de promesas que no valen nada, de programas electorales que sólo consiguen la deforestación del planeta, y de que se utilicen los medios públicos para el provecho de unos pocos, en detrimento de todos. Y digo esto, porque mientras tenemos a los Agentes de la Ley leyendo conversaciones de Twitter, resulta que al anciano de al lado de tu casa le están estafando, a tu prima le acaban de pegar un tirón del bolso caminando por la calle, y a ti te están saqueando la casa del pueblo, y todo porque quienes mandan están mirando por ellos, y no por todos.
Cuando ya todos estemos sin nada, cuando nos hayan arrebatado todo, cuando no tengamos nada que perder, entonces quienes quitan, quienes roban, quienes delinquen, tendrán que ir a por los que tengan todavía algo, es decir, a esa cuadrilla que dice gobernarnos, y de facto lo hace, mediante un sistema cuando menos discutible, y entonces les pasarán cosas a ellos y ya veremos cómo reaccionan.
Ah, calla, que eso está empezando a pasar…
Y para quienes están ahí arriba moviendo los hilos, ahí va mi mensaje… ¡bu!
Información Bitacoras.com
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