Cajas de autoservicio de IKEA, una experiencia para no repetir
El otro día fui a comprar a IKEA, y tras la hora y media de rigor dando vueltas por sus pasillos, llegó el momento de pasar por caja. Por alguna extraña razón, este mes de agosto Zaragoza está llena de gente por todas partes, e IKEA no era una excepción, así que las filas de las cajas, sin ser exageradas, sí que eran cuando menos para esperar 10 minutos en cualquiera de ellas. Todas menos 4: las cajas de autoservicio.
Siempre he pensado que ese tipo de cajas, que si no me falla la memoria comenzó a probar Alcampo, son un timo para el consumidor. Y para decir esto me baso en un razonamiento simple: pago lo mismo, me cobro yo y encima la empresa se ahorra un empleado. Estupendo, ¿no?
Bueno, la cosa es que «engañado» por una amiga fuimos a una de las cajas que estaba vacía, y nos empezamos a cobrar nuestras cosas. En ese tipo de cajas la única forma que hay de pagar es con tarjeta, para lo que disponen de un terminal como los de cualquier otra caja, donde metes tu tarjeta. Hasta ahí todo normal.
Pero no pude contener la risa tonta cuando sucedió algo inesperado: tras meter mi tarjeta en el lector y retirarla, una bombilla roja se encendió sobre la caja y un mensaje de «espere que acuda un responsable» apareció en la pantalla. ¿Y esto para qué? Pues para pedirme la tarjeta y el DNI y ver que era yo. Osea que estoy haciendo el paripé ahí cobrándome a mí mismo, y encima no saben si realmente soy yo, así que tienen que comprobarlo. ¿Y mi DNI electrónico para qué sirve? ¿Y mi servicio de compra electrónica con clave al móvil? Ay, claro, que esto es España…
Total, que digo yo, ¿cuál es el avance que suponen estas cajas? El cliente sale timado, y encima tenemos a una pobre mujercilla que tiene que andar de lado a lado entre las cuatro cajas comprobando identidades y sacando tickets para poder firmar. Claro, para IKEA negocio redondo: donde necesito tres pongo una. De todas formas, si esto se extiende, al final tendrán que sustituir las cajeras por guardias de seguridad, porque la honradez ahí se esfumará igual que el espíritu de pasar por caja.
En fin, que no creo que vuelva a pasar por ahí. Esperaré diez minutitos pero al menos no perderé el tiempo intentando entender por qué un lector de códigos de barras no puede leer a través de un plástico transparente.
Un saludo.
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