¡Felicidades Maya!
Hola Maya. Lo primero que me gustaría hacer es felicitarte en tu cumpleaños, sé que no me puedes leer, pero no importa, porque estoy seguro de por algún extraño instinto de esos que tú tienes, sabes lo que digo. Según los estudiosos acabas de cumplir 28 años humanos, pero nunca he logrado entender esta equivalencia, y por más que te pregunto sobre esto nunca me respondes, y esta actitud me hace dudar de la certeza de tal afirmación, porque tu mirada hace que me la tome más como un «deja de decir gilipolleces». Si total, al final, el tiempo pasa para todos, ¿no?
Ahí es donde está el problema: quizá es que un perro aprovecha más el tiempo que un humano, y se centra más en sus objetivos y menos en dar rodeos a ideas artificiales, o artificiosas si se me permite el vocablo, que no llevan a ninguna parte.
Hay dos cosas que envidio y admiro de ti: la vidorra que te pegas, no exenta de preocupaciones, y la sencillez con la que afrontas todo. Pero ante todo admiro la tenacidad con la que persigues tus objetivos. Sé que hay dos cosas que te hacen muy feliz por encima del resto: las caricias y tener a los que quieres cerca, y si es posible, todos juntos. A priori es algo que no parece demasiado complicado, pero no he visto un animal que se desviva más por cuidar lo que tiene cerca. Y eso es algo muy valorable. Porque tú tal vez no puedas conseguir los huesos que te gustan, o los chorros de la fuente, o la pelota de tenis, pero lo que tienes cerca lo cuidas como a nada. Y da igual que sean las tres de la tarde o las seis de la mañana: siempre vigilas que lo que realmente te importa esté bien.
Deberíamos aprender de ti. Deberíamos ser conscientes de lo que tenemos, porque pocas veces lo somos, y deberíamos ser conscientes de lo que se nos aprecia por cómo somos, y no por lo que somos. Porque tú caes bien a la gente porque eres buena, porque sí, eres muy bonita, y por esa clase y estilo que gastas, pero también los tigres son bonitos y no caen excesivamente bien (cuanto más lejos mejor).
Y tú sabes disfrutar de las cosas simples, de esas que nosotros prescindimos por considerarlas banales. A lo mejor alguien va un día de campo, y sólo se fija en los mosquitos, la lluvia o el viento, y lo molesto que es todo ello. Tú en cambio te sientas y miras el horizonte (seguramente a ver si ves algún gato), y disfrutas de esos momentos. Tal vez sean esos ratos los que hacen que para un perro un año de su vida sea como siete de la nuestra, porque realmente se paran a disfrutar de esas cosas a las que nosotros giramos la cara.
Cuántas veces te digo que si pudieras hablar nos pondrías a caldo, ¿verdad? Pero quizá sea esa otra habilidad tuya, la de no hablar, pero sí escuchar, para recordarnos que a veces vale más la pena oír y no inmutarse por lo que se percibe. De todo se aprende.
Al final, la vida siempre nos guarda una chuche.
¡Feliz cumpleaños!
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