Hipocresía negra
Asistimos atónitos estos días al caso de las tarjetas de Cajamadrid, y vemos cómo de nuevo aparecen involucrados integrantes de partidos políticos y de sindicatos. Los dirigentes de estas organizaciones, o sus altos cargos, se han apresurado a expulsar, expedientar y tirar de las orejas a quienes han utilizado estas tarjetas, como muestra de supuesta complacencia y buena fe hacia el ciudadano, todo ello muy loable, pero aquí nos encontramos un problema que es en el que tenemos que fijarnos, y no en el hecho de que se depuren, por decirlo de alguna manera, responsabilidades. Y es que en este punto es donde tenemos que plantearnos una cuestión fundamental: ¿hubiesen dimitido estos señores si no se hubiese destapado todo este entramado? Claramente no.
Y este es el lastre que nos mantiene anclados en la miseria: los políticos, no los de pueblo, ni los de barrio, sino los gordos, los que mandan, los que gestionan las subvenciones y reparten las migajas, no tienen ningún tipo de conciencia, y quien está por encima de ellos, o se supone que al menos deberían estarlo, tampoco hace nada por regularizar la situación. La cosa está bastante clara, porque es evidente que todo esto se sabe, pero es mejor callar y dejarlo pasar que no remover lo que no conviene, pero cuando algo sale a la luz entonces todos son unos angelitos y entonan el mea culpa con sendos golpes de pecho.
Que los representantes de los ciudadanos y de los trabajadores, los garantes de nuestros derechos, no sean capaces de tener un mínimo de decencia ni reparo en situaciones así, ni tampoco intención de parar con todo esto, traerá consecuencias a la larga, nada buenas ni para ellos ni para nosotros, porque al final todas las bolas de nieve acaban por deshacerse haciendo mucho ruido, o daño, o ambas. Y mientras tanto continuaremos viviendo democráticamente este engaño.
Paciencia.
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