10 de mayo de 2008
De nuevo este mes de mayo regresé por la tierra de los conquistadores, esta vez para asistir a la romería en honor de Santiago que se celebra en Casas de Don Antonio cada 1 de mayo. Pese a que sólo estuve tres días, la verdad es que fueron bastante bien aprovechados, pero me voy a centrar en el regreso, donde tuve la oportunidad de visitar el monasterio de Guadalupe y admirar el paisaje en que está enclavado, con una sucesión de sinuosas cordilleras repletas de vegetación y limpios ríos que hacen por momentos creer al viajero que se encuentra en cualquier otro punto del norte de la península, y es que mucha gente ni siquiera se plantea el hecho de que en Extremadura, tierra seca y repleta de encinas por antonomasia, se puedan paisajes que nada tienen que envidiar al Pirineo.
De Guadalupe parten, o llegan, varias carreteras, una de las cuales conduce hasta la antigua nacional V, hoy la autovía A-5, a su paso por la localidad de Navalmoral de la Mata. En su recorrido se alcanzan cotas de 800 metros de altitud, y la verdad es que el viaje en sí no tiene ningún tipo de desperdicio, pues todo está repleto de distintos tipos de árboles y arbustos, e incluso en determinadas zonas, de extensos olivares, que se pierden en la profundidad de los valles que a derecha e izquierda sostienen en sus cumbres a la citada carretera. Tras un lento ascenso, en el que aparecen ante los ojos del afortunado que por allí pasa grandes poblaciones ocultas entre los montes, el descenso se presenta repentino y pronunciado, abandonando rápidamente el paisaje idílico que parece que esté en las alturas para, en cierto modo, ser preservado de la realidad del resto del territorio.
Y es aquí, una vez que se ha vuelto al paisaje normal, donde aparece una nueva sorpresa: un extenso embalse de agua azul y limpia se puede ver a la derecha de la carretera, perdiéndose en el horizonte. De nuevo el río Tajo, que imperioso impone su presencia en forma de numerosos embalses, y que tantas veces sirvió de frontera en la Castilla que combatía distintas guerras, defendiendo incluso la que una vez fuera capital, Toledo, y en la que cuenta la historia que se diseñó un curioso sistema para elevar el agua desde el cauce del río hasta el Alcázar, cosa esta que no deja de ser cuando menos curiosa y a la que espero poder dedicar algún día una entrada en este blog. Pues bien, llegando al puente que cruza el embalse, el viajero puede advertir una señal turística en la que se hace mención a unas ruinas romanas: Talavera la Vieja.
Lo cierto es que lo poco que hay en pie impone mucho, pues siempre impresionan las grandes edificaciones romanas, y mucho más cómo se mantienen en pie cientos y cientos de años después de que se levantaran, resistiendo a invasiones, guerras y al paso del tiempo y de las personas. Junto a la edificación principal aparecen tres columnas, que si bien no tienen la grandeza de la construcción principal, no dejan de sorprender por sus formas y dimensiones. Justo delante se encuentra ya el agua del embalse, que se extiende en lo que parece ser el valle del río, hasta la orilla de enfrente, donde la montaña vuelve a surgir del agua. En un primer momento uno piensa que eso ya estaba allí, y que por alguna razón el resto de ruinas, pues no se ve nada más alrededor y es muy raro, se encuentra olvidadas bajo el agua del embalse. Pero la curiosidad mató al gato, y no tardé mucho en buscar más información sobre Talavera la Vieja en cuanto llegué a casa.
Esperaba encontrar información sobre algún tipo de ciudad o asentamiento romano, olvidado por la humanidad tras perder su utilidad, pero pronto aparecieron nombres como Talaverilla o Augustobriga, lo cual ya hace sospechar que las quietas aguas del Tajo esconden algo más grande que un puñado de piedras. Y es que resulta que Talaverilla, o Talavera la Vieja (aún no tengo muy claro cuál era el topónimo oficial), era una ciudad de cierta importancia ya en época romana, y al parecer muy buscada por muchos historiadores, que no sabían emplazar a la famosa Augustorbriga.
El Pueblo pasó por muchas etapas y dominaciones y existen vestigios y la huella del hombre desde tiempos primitivos por sus dólmenes; del Paleolítico por útiles hallados, hachas, flechas, etc. y el primer poblamiento y nombre que le conocemos fue Ebora, Ebura o Elbura en la Carpetana y que pudo ser un Castro Vettón; los romanos la denominaron como sabemos todos, Augustóbriga; los visigodos (Leovigildo) pasaron por ella denominándola Augustabria en el año 582 apxte. La presencia musulmana la denomina nuevamente Evora y en la zona de Alija de gran importancia por ser frontera del Andaluz. El Conde de Miranda la
denominaría como Talavera la Vieja. Hasta su inundación, Talavera la Vieja era un pueblo próspero y grande, sobretodo comparado con los pequeños pueblos que abundan por estas tierras aragonesas. Pero el destino decidió que en el año 1963, en pleno apogeo de la dictadura, se ubicase allí el embalse de Valdecañas. De la ciudad tan sólo se salvaron los monumentos que hoy se pueden ver: el Pórtico de Curia y una columnata. Y no porque el agua no llegara hasta ellos, sino porque se decidió que eran los únicos que merecían la pena ser salvados están declarados desde el 3 de junio de 1931 Monumentos Histórico-Artísticos como Yuste, Aranjuez, Cáparra o el Escorial y pertenecen al Patrimonio Artístico Nacional, con la misma categoría que el Palacio de Oriente o el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, por lo que fueron trasladados de sus ubicaciones originales (y milenarias), a la parte no inundable del pantano. El resto de recuerdos, casas, iglesia, puente de la carretera, etc. fueron engullidos por el embalse. No deja de ser una desdicha que, como causa del abandono al que se vio sometida la población, fuera objeto de un expolio con el fin de salvar las piezas mas representativas.
Ciertamente en ocasiones resulta difícil evitar que la nostalgia se adueñe de uno al pensar en todas las cosas que murieron allí abajo, los recuerdos, las calles, las casas… Y un trozo de la historia de todos, aunque gracias al desinterés de algunos de sus habitantes, o descendientes incluso, han podido recuperar lápidas y otros objetos de época romana que, en período de estiaje del embalse, vuelven a resurgir, pues las ciudades importantes nunca mueren, y Talavera la Vieja, aunque sumergida, sigue estando en su emplazamiento, y lo más importante, en todos aquellos que tanto la estiman y que luchan porque no caiga en el olvido.
Para quien quiera más información, se puede visitar la entrada pertinente en Wikipedia, y la página web de Talavera la Vieja [www.paseovirtual.net/talaverilla] que trata íntegramente de la ciudad sumergida, además de la gran cantidad de enlaces que aparecen en la búsqueda de google.
Además, si quieres encontrar más inforrmación, tienes a tu disposición un foro administrado por Vicente Manzano (a quien agradezo enormemente las aclaraciones que me envía sobre esta entrada).
–Editado–
Debido a una mala interpretación mía supuse que el reloj de la iglesia se encontraba ahora decorando una discoteca, pero gracias a la información que me ha enviado Jesús Javier Díaz, ahora sé que dicho reloj fue guardado por su padre para que no se perdiera al volar la torre, y fue colocado en su nueva ubicación por sugerencia de los talaverinos, como un recuerdo nostálgico de su pueblo.
03/01/2010 He modificado la entrada añadiendo datos sobre la historia de la localidad, sobre la catalogación de los restos salvados de la inundación y un enlace al foro, enviado todo ello por Vicente Manzano.
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