De playas, perros y otra fauna
El otro día echaron por la televisión entrevistas a personas para preguntar su opinión sobre que dejen meter perros en las playas. Como buenos periodistas buscando la polémica, se encargaron de ir a una playa de gente sibarita donde por supuesto nadie toleraba la presencia de perros, salvo unos pocos jovenzuelos.
Más allá de que se permita o no la entrada de perros en las playas, que es un asunto que habría que tratar de solucionar de manera satisfactoria para todos (restringiendo horarios, zonas, o como sea), hay una cosa que me inquietó de sobremanera: la actitud de las personas entrevistadas. El ser humano se cree amo y señor de todo cuanto le rodea, cuando no es así. Por esta actitud de superioridad luego pasa lo que pasa (ríos que se llevan por delante casas, por ejemplo). Por eso, teniendo en cuenta que los perros no son si no animales de este planeta, ¿hasta qué punto pueden las personas restringir su acceso a un espacio natural?
Por eso habría que tratar de establecer medidas para garantizar este acceso, porque el problema no es si deben o no entrar, que sí que deben, porque tienen tanto derecho como nosotros a disfrutar de los espacios naturales, y las playas son un espacio natural. El problema es la irresponsabilidad de los dueños, bueno, de algunos, no de todos. Pero tan molesto puede ser un perro en la playa como un niño suelto saltando por encima de toallas ajenas y llenándolas de arena, ¿por qué no prohibir la entrada de niños? ¿O de niños sueltos?
De nuevo el problema y la solución pasan por un punto crítico para la sociedad española: la educación. ¿Qué opináis vosotros de este tema?
Información Bitacoras.com
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Por una parte no comparto tu razonamiento respecto que «¿hasta qué punto pueden las personas restringir su acceso a un espacio natural?». Creo que le ser humano puede limitar perfectamente la presencia de animales en nuestro espacio vital. Por ejemplo, no sería razonable que hubiera lobos paseando por el parque.
Pero en definitiva comparto tu argumentación completamente. Los perros deberían estar autorizados a estar en la playa. Si su comportamiento no es adecuado, los que deben ser castigados son los amos, que son los reponsables sin excusa de su educación.
Yo tengo una perrita, más disciplinada que un legionario, y nos encanta pasear por la playa. No veo cómo nuestra diversión puede molestar a alguien. Si el problema son sus heces, deja de serlo cuando yo las recojo instantáneamente.
Por otro lado he visto mil veces niños pequeños coriendo y molestando, orinando (con la ayuda de sus madres) en la arena, lanzando pelotas,… Igualmente habría que multar a los padres.
Un saludo y felicidades por tu blog, está fenomenal.
Hola Javier,
Tienes razón, ese planteamiento que citas es un poco llevado al extremo, pero lo único que intento es llamar la atención sobre el afán que parece que tiene el ser humano por invadir espacios que hasta no hace mucho eran casi salvajes, y ahora están sometidos a nuestras reglas ¿cívicas?, no ya tanto por los perros, cuya presencia suele ir ligada a la de sus amos, si no por otras especies que pueda haber.
Se me ocurren por ejemplo, los casos de pueblos pequeños en los que siempre ha habido corrales, y a raíz de la construcción de nuevas viviendas para uso vacacional o de fines de semana, de personas que generalmente habitan en las ciudades, estos animales, que ya estaban allí, ahora son una fuente de molestias y discordia. Sigo pensando que con una mejor educación todos estos problemas desaparecerían, porque nos haría más tolerantes y más respetuosos, aptitudes que a mi juicio deben ir de la mano.
Al final el comportamiento incívico de unos pocos lo acabamos pagando todos. Estas navidades he estado con mi perra en la costa, y al igual que la tuya, el animal no hace absolutamente nada aún estando suelto. Desde luego, nada me hubiese gustado más que verla disfrutar en unas playas que estaban prácticamente vacías, en las que apenas se veían algunas personas a lo lejos que aprovechaban algún rayo de sol, pero la legislación (local, porque la estatal no dice nada al respecto) es la que es, y al final el miedo a una sustanciosa multa evitó que Maya pudiese corretear por la arena, aún sabiendo que no iba a provocar ninguna molestia ni suciedad. De cualquier modo, viendo también cómo estaban las zonas ajardinadas, que eran auténticos campos de minas, quizá incluso sea justificable este tipo de cosas, pero como bien dices, la solución no pasa por vetar a los animales, si no por aplicar el correctivo correspondiente a los dueños.
Muchas gracias por leerme y por tu comentario.
Un saludo.