Los taxis de Zaragoza
Zaragoza, como otras grandes ciudades, cuenta con un servicio de taxis prestado por taxistas que, mediante concurso (en principio) obtienen una licencia para ejercer su profesión. Como a otros colectivos, les ha afectado la «crisis» de forma significativa, como se puede ver en sus quejas por falta de clientes.
Un servicio de calidad, ejercido por unos profesionales del volante que mayormente se saltan las normas de circulación a la torera, con el consiguiente peligro para el resto de usuarios de las vías de la ciudad (conductores y peatones, por no hablar del poco respeto a los ciclistas, sufrido en mis propias carnes), y tolerado por la Policía Local de la ciudad, que consiente que se salten semáforos y paren en pasos de peatones de forma habitual sin hacer nada para evitarlo.
Un servicio siempre disponible, que en fechas como noche vieja o año nuevo es mejor ni plantearse utilizar, sobretodo si tu idea es llamar desde un móvil, porque pasan bastante de atender las llamadas que están obligados a coger. Total, ¿para qué atenderlas si les sobra negocio en las calles?
Un servicio a disposición del ciudadano, que en las horas más conflictivas, como las noches de los sábados o días en los que de pronto el cielo se encapota, centra su eficiencia en rellenar la caja de Tío Gilito.
En definitiva, un servicio que roza lo vergonzoso, y que lejos de adecuarse a los requisitos de un Servicio Público (que igual habría que recordarles que al fin y al cabo es lo que son), privatizan dicho servicio con la única finalidad de enriquecerse lo máximo posible a costa de palabrería, como el control de flota o certificados de calidad y otras chorradas varias, y amparados por el Ayuntamiento.
Y como muestra un botón: sábado, 3 de la madrugada, tarifa 3, el recorrido de la imagen (no me quedó más remedio porque estaba diluviando) me costó la maravillosa cifra de 5 euros y medio, y encima agradecido.

Saludos.

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